__________________________________________________________ Análisis ______________________________________________________________

El rol de las Instituciones en el Desarrollo Económico:

¿Que puede aprender América Latina del crecimiento económico de Corea del Sur y su fortalecimiento Institucional?

Artículo

Circular Profile Portrait
Black and white portrait of a young man with glasses
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A simple vista, las teorías geográficas y culturales parecen tener sentido. Sin embargo, al comparar países con condiciones similares –como Nicaragua y Costa Rica en América, o Corea del Norte y Corea del Sur en Asia–, queda claro que la geografía y la cultura no explican completamente las diferencias en desarrollo.

Aquí es donde las instituciones entran en juego. Simon Johnson, Daron Acemoglu y James Robinson, ganadores del Premio Nobel de Economía 2024, argumentan que son las instituciones las que determinan si una nación prospera o se estanca. En su libro Por qué fracasan los países (2012), Acemoglu y Robinson explican cómo las instituciones inclusivas fomentan el crecimiento y la innovación, mientras que las instituciones extractivas concentran el poder y los recursos, limitando el desarrollo.

Corea del Sur es un claro ejemplo de una nación que fortaleció sus instituciones para impulsar el crecimiento económico. En este artículo, analizaremos las características clave de sus instituciones y qué lecciones pueden aplicarse a América Latina.

Instituciones: El pilar del desarrollo

Para comprender las diferencias entre instituciones inclusivas y extractivas, es fundamental comprender qué son las instituciones y por qué desempeñan un papel central en el desarrollo económico.

Las instituciones pueden ser difíciles de definir, ya que su significado varía según el contexto. A veces se refieren a organizaciones establecidas, a los edificios donde operan, o incluso a costumbres arraigadas en la sociedad. Sin embargo, en el campo de la economía institucional, se entienden como las reglas del juego que rigen la interacción humana. Más formalmente, son las limitaciones ideadas por el hombre que estructuran la vida social y económica (Groenewegen et al., 2010). En otras palabras, son los principios que regulan el comercio, la propiedad, la toma de decisiones políticas y otros aspectos fundamentales de la sociedad.

Imagen en la Página
Interior view of a legislative assembly hall with semicircular seating arrangement and monitors at each desk

Las instituciones existen dentro de un ambiente institucional, un concepto estrechamente vinculado al sistema económico. Este sistema no solo abarca la producción y distribución de bienes y servicios, sino también el conjunto de normas e instituciones que regulan cómo se organizan estas actividades. Al estar interconectadas, estas reglas del juego influyen en la toma de decisiones económicas de la sociedad, determinando la forma en que las personas consumen, producen e intercambian bienes y servicios.

Las instituciones pueden clasificarse en formales e informales. Las primeras incluyen leyes, constituciones y derechos de propiedad, proporcionando estabilidad y previsibilidad al sistema económico. Por otro lado, las instituciones informales abarcan costumbres, tradiciones y normas sociales, que, aunque no están codificadas en un marco legal, influyen en el comportamiento económico y social de una comunidad. Comprender esta distinción es clave para analizar el impacto de las instituciones en el desarrollo. A partir de esto, podemos diferenciar entre instituciones inclusivas y extractivas, las cuales desempeñan un papel fundamental en la evolución económica de una nación.

Las instituciones inclusivas fomentan la competencia al proteger los derechos de propiedad y garantizar la movilidad social, lo que impulsa un crecimiento económico sostenible y equitativo. Al promover mercados abiertos, facilitan el comercio internacional y la inversión, evitando restricciones innecesarias del Estado. En contraste, las instituciones extractivas concentran el poder y los recursos en un grupo reducido, generando desigualdades y limitando las oportunidades para la mayoría. Al restringir la participación en la actividad económica, desincentivan la innovación y el crecimiento, lo que termina obstaculizando el desarrollo a largo plazo.

La Península Coreana: contraste institucional

Las actuales República de Corea (Corea del Sur) y República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte) comparten una historia marcada por conflictos y divisiones que aún persisten. A principios del siglo XX, la península coreana fue anexada por Japón en 1910, tras años de influencia creciente desde la Guerra Ruso-Japonesa. Esta ocupación duró hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, cuando Corea fue dividida en dos zonas de ocupación: el norte bajo la influencia de la Unión Soviética y el sur bajo la administración de Estados Unidos. Esta división, inicialmente temporal, se consolidó con la creación de dos gobiernos separados en 1948, lo que sentó las bases para el conflicto que estallaría en la Guerra de Corea y que hasta hoy mantiene a ambas naciones en un estado de armisticio, pero sin un tratado de paz definitivo.

Aquí es donde las instituciones emergen como el factor clave en el desarrollo económico. Tras la división de la península en 1945, Corea del Norte, bajo influencia soviética, adoptó un modelo de economía planificada basado en principios comunistas, con un fuerte control estatal sobre la producción y la distribución de recursos. En contraste, Corea del Sur, respaldada por Estados Unidos, implementó un sistema económico orientado al mercado, que con el tiempo evolucionó hacia un modelo de industrialización impulsado por el Estado y basado en el capitalismo. Esta diferencia institucional ha sido determinante en la trayectoria económica de ambas naciones, con Corea del Sur convirtiéndose en una de las economías más dinámicas del mundo, mientras que Corea del Norte sigue enfrentando desafíos estructurales y aislamiento económico.

Corea del Sur, al adoptar un enfoque económico orientado al mercado y apoyado por una fuerte intervención estatal, ha logrado un crecimiento sostenido desde la década de 1960. Su modelo de industrialización acelerada estuvo basado en la promoción de exportaciones y el desarrollo de grandes conglomerados empresariales conocidos como chaebols, entre los que destacan Samsung, Hyundai y LG. Gracias a estas estrategias, el país se consolidó como una de las economías más dinámicas del mundo, con un fuerte enfoque en tecnología e innovación.

En contraste, Corea del Norte mantiene una economía centralmente planificada y altamente controlada por el Estado. A diferencia de otras economías asiáticas que han combinado planificación con estrategias de crecimiento, Corea del Norte ha restringido severamente la propiedad privada y el comercio exterior. Este modelo, combinado con sanciones internacionales y malas gestiones económicas, ha llevado al país a crisis recurrentes, siendo la más devastadora la hambruna de finales de la década de 1990, conocida como la “Ardua Marcha”, en la que se estima que murieron entre 600,000 y 3 millones de personas debido a la escasez de alimentos.

Mientras Corea del Sur ha apostado por la globalización, la innovación y la competitividad, Corea del Norte ha destinado gran parte de sus recursos al desarrollo militar y a mantener su aislamiento económico, priorizando el armamento sobre el bienestar de su población.

Instituciones Inclusivas: Características Determinantes

Las instituciones surcoreanas han evolucionado significativamente a través de un proceso de democratización y fortalecimiento del Estado de derecho, lo que ha mejorado la transparencia gubernamental y la rendición de cuentas. Aunque Corea del Sur experimentó décadas de regímenes autoritarios tras la Guerra de Corea, su transición a la democracia en la década de 1980, consolidada con las elecciones presidenciales directas de 1987, marcó un punto de inflexión en su desarrollo institucional. La estabilidad política resultante ha favorecido un clima de confianza, facilitando tanto la inversión extranjera como el crecimiento económico sostenible.

En términos de separación de poderes, Corea del Sur cuenta con un sistema de contrapesos efectivo, donde el poder ejecutivo, legislativo y judicial supervisan y limitan mutuamente sus funciones. La existencia de un Parlamento activo (Asamblea Nacional) y la intervención de cortes constitucionales independientes han permitido una mayor participación ciudadana en la toma de decisiones políticas, fortaleciendo la institucionalidad y garantizando mayor resiliencia ante crisis políticas y económicas.

Imagen de Protesta en Corea del Sur
Black and white photograph of a large protest demonstration in South Korea with crowds holding flags and signs in front of the National Assembly Building

El modelo económico de Corea del Sur se basa en el modelo asiático, donde al gobierno se le asigna un rol de coordinador central. Los acuerdos nacionales son concluidos entre las uniones del trabajo, asociaciones de empleadores y gobierno. Sin embargo, este modelo no ha estado exento de tensiones. En sus primeras décadas de crecimiento, el gobierno surcoreano aplicó una política de fuerte intervención, otorgando subsidios y créditos preferenciales a los chaebols para fomentar la industrialización. No obstante, en los años 90 y 2000, ante el riesgo de excesiva concentración de poder en estos conglomerados, el gobierno implementó reformas para limitar su influencia y fomentar la competencia. Esto incluyó medidas como la apertura de mercados financieros, regulaciones antimonopolio y el impulso a startups tecnológicas. Así, Corea del Sur ha logrado equilibrar la intervención estatal con un entorno que favorece la innovación y el crecimiento del sector privado.

A través de subsidios, créditos preferenciales y regulaciones favorables, el gobierno ha promovido la expansión de los chaebols, conglomerados industriales que han desempeñado un papel clave en el crecimiento del país. No obstante, en las últimas décadas, Corea del Sur ha implementado reformas para diversificar su economía y reducir la dependencia de estos conglomerados, impulsando el crecimiento de startups y empresas tecnológicas emergentes.

El Estado de derecho es otro pilar fundamental del éxito institucional surcoreano. La seguridad jurídica se refleja en un sistema legal sólido que protege los derechos de propiedad, garantiza el cumplimiento de contratos y combate la corrupción. Medidas como la implementación de la Comisión Anticorrupción y Derechos Civiles (ACRC) han reforzado la confianza pública y reducido los costos de transacción, favoreciendo la inversión extranjera.

Otra característica clave ha sido la capacidad de adaptación de las instituciones. Ante crisis económicas como la crisis financiera asiática de 1997, Corea del Sur implementó reformas estructurales que impulsaron la liberalización de los mercados financieros, modernización de políticas laborales y reorientación de estrategias industriales hacia sectores de alto valor agregado, como la tecnología avanzada y la economía digital.

Esta flexibilidad institucional ha sido crucial para mantener la competitividad del país en el contexto de la globalización y la digitalización. Una nación que no se adapta a los cambios globales está destinada a estancarse, y Corea del Sur ha demostrado la importancia de la innovación y la actualización constante de sus estrategias económicas.

Finalmente, el sistema educativo surcoreano ha sido un pilar fundamental en su desarrollo institucional y económico. Alineado con las necesidades del mercado, ha permitido la capacitación de una fuerza laboral altamente calificada, fomentando la meritocracia, la competitividad y la movilidad social. Iniciativas como la inversión en educación STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) han permitido a Corea del Sur posicionarse como un referente en innovación y desarrollo tecnológico.

Infografía sobre Instituciones y Desarrollo: PIB per cápita y Nivel de Institucionalidad de cinco parejas de países entre 2000 y 2020

Conclusiones: El Camino al Desarrollo

El caso de Corea del Sur es un ejemplo claro de cómo las instituciones inclusivas pueden transformar una economía. A través de la democratización, la protección de los derechos de propiedad y un sistema educativo sólido, el país ha logrado crear un entorno propicio para la innovación y el desarrollo económico sostenible.

En contraste, muchos países de América Latina han enfrentado desafíos debido a instituciones menos inclusivas, donde el poder político y económico tiende a concentrarse en manos de unos pocos, limitando las oportunidades de desarrollo y reduciendo la movilidad social. Sin embargo, la experiencia de Corea del Sur demuestra que un cambio estructural es posible si las instituciones se fortalecen para fomentar la transparencia, la inversión en capital humano y la igualdad de oportunidades.

Para América Latina, las principales lecciones del modelo surcoreano incluyen la necesidad de fortalecer la democracia y la rendición de cuentas, mejorar la calidad educativa, invertir en infraestructura estratégica y fomentar un ecosistema que impulse la innovación y la competitividad. Si bien cada país tiene una historia y contexto únicos, lo que funciona en una nación no siempre puede replicarse de manera exacta en otra. No obstante, la evidencia sugiere que aquellos países que priorizan el fortalecimiento institucional logran superar barreras estructurales y avanzar hacia un desarrollo más equitativo y sostenible.

REFERENCIAS

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